jueves, 28 de junio de 2007

El Rollo de Enrollarse a una Muñeca Bien Provista

Ante un buen par, el hombre de bien agarra por el camino más corto: es decir, directamente agarra. Por ejemplo, en mi caso, si valen las citas autorreferenciales, tengo una compañera de trabajo que es medio gordita, narigona y con un tono de voz poco agraciado. Pero, dicho mal y pronto, tiene un par de tetas proverbiales. Y utiliza una estrategia muy guacha: generalmente se cubre en demasía, hasta que pela y… ¡mi amor! La he tenido contra las cuerdas no pocas veces y, con mi paciencia de monje shaolín, estoy seguro de que tarde o temprano llegará el momento en que le daré gracias a Dios por disponer, aunque más no sea durante unas horas, de semejante portento. Frente a la posibilidad inminente de que esa situación se concrete, se me plantean las dudas que anidan en todo macho ante este tipo de instancias.

  1. ¿Me quedaré bizco si sigo mirándoselas?

  2. ¿Cómo hizo para que yo no me diera cuenta antes de que tenía todo esto?

  3. ¿Por cuál empiezo?

  4. ¿Puede ser que tenga una más grande que la otra?

  5. ¿No se desinflarán si las muerdo?

  6. ¿Lograré aunque más no sea simular interés por otra parte de su cuerpo?

  7. ¿Se habrá operado… para achicárselas?

  8. ¿Y qué tal si…?

(Prohibida la reproducción total o parcial de este opúsculo, por parte de Roberto Pettinato).


El Cupo Masculino

No hay comentarios: