miércoles, 25 de julio de 2007

El Rollo de que te abandone el Chip

¿Puede un chip en la pequeñez de sus circuitos alojar recuerdos entrañables? Números telefónicos que alguna vez fueron amores cotidianos y hoy yacen en el ostracismo porque nunca tuve tiempo de borrarlos. Mensajitos que cerraron una historia ("adiós"), que abrieron otra ("demorate tranqui"), que me marcaron un rumbo ("dónde estás?"). Nombres de pila, sobrenombres raros, apellidos que suenan familiares. Cifras que quedan aferradas en un rincón del cerebro, para desde allí soltarse y bajar en un torrente de sangre hasta el corazón del corazón. La foto que me antidota la mala onda, la música que me despierta sin traumas. El ringtone que yo mismo confeccioné con el Cool Edit. Todo eso me llevó quien se llevó sin pedírmelo a mi teléfono móvil. En realidad, él sólo quería a mi equipo. El chip, ese chip que yo soñaba eterno, fue arrancado y arrojado hacia ninguna parte. Como el billete de 20 dólares que se le escapa a Griffin Dune por la ventana del taxi en "After Hours". Un instante perpetuo. El momento en que todo eso que parecía imprescindible desaparece. Y nacemos de nuevo. Y nos creemos dueños del futuro sólo porque el puto chip que nos cautivaba en su embeleso, ha muerto.

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