martes, 7 de agosto de 2007

El rollo de manejar a los 50. Un auto, no la vida.


Madame Mariana nos ha enviado su super rollo automovilístico.

Bienvenida!!!


Ser hija de un buen mecánico, me trajo en la vida no pocas consecuencias. Pero no se trataba de un mecánico moderno, aquellos que ya prontamente le enseñan a sus hijos a manejar o les compran un 0 Km para que no tengan inconvenientes. No, No. Mi viejo era un criollo rústico, que conservaba para problematizar a su entorno, las peores características de sus ancestros sicilianos.

Hosco, parco y sumamente machista, las mujeres por tradición e ideología tenían absolutamente vetado el uso de los automóviles. Para su desgracia, fueron seis las hijas que tuvo, y como más de una vecina dijera…y ningún varón!!!

Cerca de mis 25 años, quise comprar un hermoso 3CV, ya que a esa altura mi gusto por los autos era mayúsculo. Lo llevé a verlo, para que me diera su opinión sobre tal hermoso vehículo, y sólo se digno a mirarme y a decirme: “Y ud. Para qué quiere un auto?”. (Es obvio que me trataba de Ud) Ni siquiera me animé a contestar tal pregunta. De todas maneras tampoco yo sabía manejar.

Con los años me casé, y mi primer dinero ahorrado sería para comprar mi primer auto. Por supuesto que seguía sin saber manejar. Mi ex marido me dio sólo una clase, y así seguí, sin saber manejar.

Mi divorcio y los pocos bienes gananciales que había entre una pareja de pobres diablos: la R6 modelo 73. que era absolutamente mía!!! Algún día podría manejarla, y sentir esa suave brisa que me acariciaba el brazo izquierdo, mientras me contorneaba en rutas desconocidas como aparecía en mis sueños y donde era tan, pero tan feliz!!!

Mi inexperiencia en este tipo de trámites y como por supuesto seguía sin saber manejar, se lo confié a un cuñado que al poco tiempo desapareció. El y el auto. No volví a verlos. Historias de pobres. Historias de pobres gentes.

Finales de los 90 y un gran trabajo. Podría guardar dinero! Podría tener el auto! Pero también necesitaba una casa, y entonces compré, compré casa y un auto casi nuevo, rojo, luminoso, por fin podría ser verdaderamente libre.

Ya tenía 40 años, pero la vida siempre se me pasó demasiado rápido o yo fui demasiado lenta para vivirla.

Aprendí a manejar, con la torpeza de los 40 y la lentitud de toda mi vida. Pero no importaba, ya aprendería bien y las vecinas del barrio me mirarían con mucha envidia mi auto rojo, casi nuevo y luminoso.

Un choque estrepitoso se llevó mis ilusiones de que tenía mucho tiempo por delante. Me quedé impávida, sin respuesta y tuve mucho miedo de mí. Podía entregarme a la desgracia sin un solo bocinazo, una sola puteada.

Ya el hermoso y próspero trabajo no estaba. Tenía una gran deuda inmobiliaria y mucho miedo de mí. La pregunta de mi viejo me seguía retumbando una y otra vez: “Y Ud. Para que quiere un auto…?

Lo vendí, siempre confiada en que habría mucho tiempo por delante. Podría pagar la casa y empezar de nuevo a soñar con la suave brisa en mi brazo derecho por rutas contorneadas.

La brisa en mi brazo izquierdo todavía no llegó. Cuando casi a los cincuenta logré comprar otro auto, ya no era casi nuevo ni luminoso. Desde entonces mi vida es aún un mayor calvario.

Desde el motociclista que rompió mi cristal trasero para robar el más lindo bolso que jamás tuve, o el camión de Cliba que arrasó mi espejo, o las teclas de los levantacristales que se empeñan rigurosamente en dejar de funcionar, cuando un minuto antes mi ansiosa mano bajó el vidrio para después no poder levantarlo nunca más. Entonces queda abierto, y tal vez lo roben, con los vidrios bajos. Y entonces ya no duermo, tengo que estar atenta.

Obviamente también choqué. Un remis se empecinó en abollar la puerta de mi lado, deteniéndose solo a 20 cm. de mi tembloroso cuerpo.

Aprendí a manejar. Pero yo no sabía que los años me traerían tanto pánico. Después de todo lo había deseado tanto, que nada podría detenerme!! No sabía que mis piernas temblarían irremediablemente, que mi boca se secaría como cien lenguas de fuego, que la responsabilidad del compromiso asumido hiciera transpirar tanto mis manos.

Y la pregunta de mi viejo que sigue retumbando y un nuevo sueño: “Salgo a la cochera y ya el auto no esta ahí asediándome…lo robaron? Nunca estuvo? Y allí me duermo más tranquila, y entonces sí aparece la suave brisa sobre mi brazo izquierdo.

3 comentarios:

Eugenia dijo...

Muy lindo tu rollo, tiene poética (automovilística)
un abrazo

Anónimo dijo...

me gusta tu rollo...quizá me sirva para ver si algún día puedo lanzarme a manejar un coche! abrazo

Cloe dijo...

pero el brazo de la brisa es el izquierdo, miss marianne... salvo qe el rollo transcurra en londra... jaja