Desde muy pequeños, construimos edificios, ciudades, universos de temores. Con la ayuda de nuestros seres queridos, de nuestros maestros y tutores, de nuestros políticos y economistas, de nuestros policías y militares, de nuestros entrenadores y jefes, de nuestros líderes y catequistas, de nuestros amores y desamores, vamos dándole forma a la galaxia del miedo. Hasta que, envueltos por ese pánico infinito (al castigo, al placer, al ridículo, al error, al sufrimiento, a la pérdida, a la felicidad), quedamos congelados. Creemos que el mundo gira a nuestro alrededor, mientras permanecemos inmóviles. Pero no es así. Las cosas no nos rodean, simplemente pasan, transcurren, avanzan dejándonos atrás.
Un día, no recuerdo cuándo ni cómo, me desentumecí. Me pregunté si existía algo que realmente mereciera paralizarme. Y no encontré ni dios ni amo que valiera la pena. Nada que justifique privarse de enfrentar el desafío diario del movimiento.
Desde entonces, piloteo aviones que detectan las torres del miedo y se lanzan a escombrarlas. Soy un kamikaze, un suicida en la lucha contra el imperialismo del pánico, contra el terrorismo del terror.
No le temo a la muerte. Le temo a la vida en el temor.
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6 comentarios:
Es como preguntarse: ¿Hasta cuando? Y decidirse a ir... Para ir...
Qué también es una hermosa canción para despertar, y no temer.
UFF Cup, qué rollo! prometo en algún momento una secuela...
Pero qué lindo ser un ka mi ka zeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
además, amo la palabra
kamikaze
sí, tan spinetta era mi kamikaze
hermoso cupo hermoso texto me encantó muy bueno! abrazo muy fuerte
pi
Me quito mi antiparra de kamikaze para agradecerles los elogios, mademoiselles. Pero no soy digno de ellos. Sé que vuestro favorito es ese maricueca de Rolo.
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