El rollo de la rutina

Nuestra anfitriona de weblog hablaba hace poco del rollo de madrugar. Bueno, aquí, donde yo vivo, no se madruga, o casi. En España todo arranca decentemente tarde, es decir, hacia las diez de la mañana. El cole de los chicos, a las 9, o sea que los bares se llenan de madres desayunando entre las 9 y media y las diez... a los laburos se va llegando más o menos sobre esas horas... Pero la rutina, aunque no se madrugue, es la fuckin' rutina. Rutina de ropa levantada de la soga y abandonada sobre la silla al lado de los discos, esperando alguna piadosa plancha, un día de èstos; rutina de despertador (a la hora que sea, el despertador es un martirio); rutina de tostadas con aceite de oliva y café con leche en el argentino de siempre; rutina de credenciales; rutina de metro; rutina de bocinas después de un agosto de madrid vacío, rutina de piscina, de gimnasio, de carnet de la biblioteca, de jefe, de cuadernos sin forrar... Con todo, hay matices de la rutina que tranquilizan, como volver a encontrar al ruso que toca New York, New York con su trompeta sobre una pista grabada (gran orquesta alla Glenn Miller), en el andén de nuestra estación de metro. "Oh, ha vuelto de la playa, ya no hay vida en la playa, ya estamos todos acá, de nuevo", pensamos. Y volvemos a ser nosotros. Otro 15 de septiembre con la rutina a cuestas. Empiezan las clases. Desaparece la playa. Somos el cemento. Me voy a poner en hora el despertador. Buenas noches.